Vivimos en un mundo de apariencias, donde cada imagen cumple su papel insertado en nuestro cerebro. Así el policía detiene al ladrón, el bombero apaga el fuego, el médico sana tu enfermedad y el sacerdote habla con Dios. Sin embargo, en el mundo de hoy existen muchos condicionantes, dentro de cada ámbito social, que generan diferentes realidades. De este modo hay policías corruptos, bomberos que no tienen medios para desempeñar su cometido, médicos que tienen que atenderte como si fuesen empleados de McDonald y sacerdotes pederastas.

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Una imagen aparentemente bella puede estar ofreciendo un mensaje de sentido contrario. En esta intervención se presentan dos imágenes opuestas de un mismo objeto, por medio de la variación del fondo, el cual se muestra primero lleno de vida y posteriormente inerte. Pero no es este el sentido último del enmascaramiento en sí. Se trata de enmascarar la muerte con la vida, cuando un cráneo inerte nos traslada a la ensoñación del rostro de un fantasma. Un fantasma vivo, en toda variación posible de la imagen.

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El cráneo había sido maltratado, le ofrecimos un lugar de reposo, lo observamos y tratamos como si estuviese vivo. Se ubicó próximo a un camino, por el que discurren a diario numerosas personas que pasean al aire libre para hacer ejercicio. De este modo, se pretende generar un símbolo, el cual sea objeto de reflexión dentro de este mundo plagado de imágenes banales.